Los padres de familia deben estar atentos a ciertos cambios de comportamiento que presentan los niños y jóvenes víctimas de este tipo de acoso, a fin de detectar a tiempo la situación y resolverla.
Para muchos niños y jóvenes volver a clase es motivo de felicidad por reencontrarse con sus amigos y regresar a la rutina de las actividades escolares, sin embargo es común que algunos estudiantes manifiesten aversión por la escuela tras las vacaciones, motivada por el matoneo escolar, también conocido como bullying.
En el 2018, 15,4 % de los estudiantes del país habían sido víctimas de intimidación escolar, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud. Se presume que son muchos más los casos de persecución y agresiones en las escuelas que no son reportados por temor o por falta de información de docentes y padres de familia para identificar lo que sucede.
Susana Sofía Castilla Capella, máster en Neuropsicología y Educación del Centro de Psicoterapia y Neuropsicología Exprésate de Cartagena, asegura que atender este tipo de situaciones requieren de un trabajo constante y multidisciplinario que permita concientizar y llevar a actuar padres, docentes y a los mismos niños, para que toda la comunidad escolar reconozca las señales y así evitar situaciones lamentables.
Para saber como interpretar estas señales y detectar el bullying a tiempo, la experta ofrece algunos consejos.
Castilla asegura que las señales de que un niño o joven es víctima de matoneo se pueden presentar de distintas maneras. Algunas de ellas son:
De repente no cuenta cómo le va en la escuela o con sus amigos y es posible percibir que hay algo que intenta ocultar o teme contar.
Se ha vuelto más introvertido, ahora le cuesta más comunicarse con los demás y expresar sus emociones. Esto como una consecuencia de la pérdida de autoestima y confianza en sí mismo que genera un caso de bullying.
Prefiere quedarse en la casa. Ahora le cuesta más abrirse al mundo exterior. Siente que en casa está protegido.
Llora más o se enfada con más facilidad, e incluso se puede detectar una ligera apatía o depresión. Le cuesta más pensar en positivo, puede dejar de comer, bajar sus notas o no cuidar su aspecto físico.
el bullying genera en el niño una terrible ansiedad que se puede manifestar a través de pequeños detalles o explotar en un ataque (dificultad para respirar, aceleración del corazón, entre otros síntomas). La ansiedad también puede aparecer de forma menos visible. Los problemas para dormir, pesadillas, mareos y el dolor de cabeza, son algunos ejemplos.
Antes de alarmarse, la experta recomienda poner al tanto a colegio sobre el matoneo que se presume. “Cada escuela cumple con protocolos que deben ser activados para cumplir con una ruta en donde interviene el personal idóneo (psicólogo, coordinador, comité de convivencia) para brindar la atención y el apoyo que requiere el estudiante, además de suministrar la información a los entes reguladores a nivel externo (Policía de Infancia y Adolescencia), de ser necesario”.
Castilla advierte que se puede sobredimensionar una situación, ya que “algunos padres de familia usan la palabra matoneo muy a la ligera, desde el preescolar, pero recordemos que a estas edades los niños pueden morder, pegar, hacer rabietas y se encuentran en etapas egocéntricas en donde deben estar aún más mediados por un adulto”.
Asimismo, señala que los acudientes tienen una responsabilidad, más allá de la crianza, para mantener estrechos canales de comunicación con su hijo que le permitan contar lo que está pasando y lo que siente.
Físico: es el más evidente o detectable, también puede ser por daños a objetos o robo.
Verbal: es más frecuente, no deja evidencia física, pero sí huellas psicológicas en la víctima. Las palabras tienen mucho poder, son humillaciones, insultos, menosprecios en público, propagación de rumores falsos, mensajes o llamadas ofensivas, lenguaje sexual indecente, entre otros.
Psicológico: se ejerce mediante amenazas para provocar miedo, para tomar algún objeto, dinero, tarea o simplemente para obligar a la víctima a tomar una decisión que no quiere ni debe hacer.
Social: consiste en la exclusión y en el aislamiento progresivo de la víctima. En la práctica, los acosadores impiden a la víctima participar, ignorando su presencia y excluyéndola de las actividades normales entre amigos o compañeros de clase.